Mi nombre
se volvió mi cruz.
En ese momento
no pude entenderlo,
pero ahora tiene sentido.
Me presionaron
desde el principio.
Desde ese primer día
llorando en la clínica
fui nombrada
por lo que creyeron
que era mi virtud.
Su pequeña niña.
Su pequeño milagro.
Mi nombre
no es mi virtud.
Mi nombre
se convirtió en mi destino.
Mi nombre
no es mi virtud.
Mi nombre
es un peso en mi espalda.
Ayer,
hoy
y mañana.
¡Y lo olvidaron!
Era importante.
Lo era.
Era una victoria.
Lo era.
¿Qué soy ahora?
No puedo olvidarlo.
Decepcioné
a quienes una vez
en mí confiaron.
Decepcioné
a quienes una vez
pensaron en mí
como el precioso regalo del Cielo.
Empecé a odiar
todo en lo que me convertí
cuando una vez
fui la virtud más importante
en la vida de alguien.
Ahora ya olvidaron
el valor de mi nombre.
Mi nombre
se verá bonito en mi lápida.
Mi nombre
se volvió mi cruz.
M.L.
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