Sobre opiáceos, té, amor y otras drogas.

lunes, 5 de junio de 2017



La muerte no es para los muertos.
Burocracia, ¡eso es!
Si usted, Señor, piensa
que yo he muerto
para escuchar
las prehechas palabras
de un sacerdote
que pide más ceros en su chequera,
o para ser tierra amontonada
para una funeraria
que se alimenta de lágrimas
de viejos conocidos
que hacen acto de presencia,
o para que el agujero
que pasará a ser mi cueva
tenga tierra seca,
o que el día esté soleado
(¡qué horror!)
usted se equivoca.
La muerte es para uno mismo
hasta que uno muere.
Después, uno queda a merced
de la hipocresía y negociaciones.
(¡A nadie le importa
un cuerpo en descomposición!)
Soy comida de gusanos
por la que pide un ataúd más barato.
Toda una vida
desperdiciada en una discusión
donde se disputan
mis más inútiles palabras y chucherías,
tristes y sin valor.
(¡Qué vergüenza!)

M. L.