Sobre opiáceos, té, amor y otras drogas.

viernes, 23 de diciembre de 2016

¡Nos encontramos en medio de una guerra!
...No me cree, ¿verdad?
¿Acaso es de noche allí?
Muy bien, vaya a su habitación, apague las luces. ¿Está todo invadido por la oscuridad?
Ahora, métase dentro de su cama. Vamos, hágalo sin miedo... ¿Cómoda como siempre?
Perfecto, ahora cierre los ojos...
¿Puede ver el humo en el cielo? 
¿Puede escuchar los gritos desgarradores? 
¿Puede ver la sangre en sus zapatos?
¡Cállese! 
¡Nos van a atrapar! 
¿No entiende que estamos en peligro? 
¡Y todo es su culpa! 
Usted creó este desastre, ¡esta maldita guerra!
Está toda dentro de su cabeza, y ya es demasiado tarde para detenerla. Los pensamientos le atormentarán, el miedo le ahogará.
No podrá escapar.
...Abra los ojos. 
Todavía está en su habitación. 
Todavía lo inunda la oscuridad. 
Prenda las luces. 
¿Puede ver los cadáveres alrededor? Las almas perdidas que alguna vez estuvieron dentro de su cabeza ahora yacen enterradas debajo de su lengua, en ese cementerio que es su boca cerrada. 
No se preocupe, sé por qué no la abre. Lo entiendo. Sé lo aterrado que usted puede estar de ver el cuerpo sin vida de alguien a quien amó tanto. Lo veo siempre en mi cabeza, cada vez que cierro los ojos. 
Sé lo aterrador que es pensar en eso, lo triste que es pensar en Ella.
Fiel Cosechadora. 
No, no tiemble. 
No, no llore. 
Es ya algo tarde, ¿no cree usted? 
La guerra ya ha comenzado... 
Ahora, tiene dos opciones: rendirse ante el enemigo o luchar por su libertad. 
Si va a morir, entonces muera. 
Si va a vivir, entonces luche.

M. L.

jueves, 1 de diciembre de 2016

"No era libre, por eso no podía sentirme libre. Supuse que un sacerdote detrás de una ventanita ya no me alcanzaría. Me reí al pensar en mi versión joven, esa que iba a la iglesia todos los domingos con camisa y corbata a pedir misericordia, que le contaba todos sus tropiezos a un pobre diablo con facha de santo al que simplemente no le imporraba. ¡Pero qué boludo! ¡Las horas que habré gastado confesando estupideces frente a uno que pensaba que alrededor de sus palabras volaba el arcángel Gabriel! Pero, ¿y ese quién es? ¿Ese quién era? ¿Ese quién será? Porque ese ya no existe.

[...]

¡Señor, ayúdeme a despegar mi mente de los recuerdos! Que así como me encuentro, a mis pies les cuesta avanzar. Estamos cansados ya... Y la vida se me vuelve a escapar de entre las manos; resalta el rojo de mi cara, ampollada por el Sol y su maltrato. Quié fuera capaz de soportar una existencia llena de mentiras, llena de calamidades... Pero, ¡mierda!, no puedo decir que no fui feliz.
Camino hacia delante, dejando todo atrás.
Sonreí en vano a la nada. Sufría mucho más de lo que disfrutaba al caminar. ¡Y quería ser libre! Pero no me sentía en condiciones de pedir justicia. No me di a mí mismo la oportunidad de levantarme ni por un minuto. No estaba en condiciones, no Señor... Yo estaba yéndome para no volver a recordar. Y ojalá fuese así de fácil.
<<-Que el Señor esté con ustedes...
-¡Y con tu espíritu!
-Levantemos el corazón...
-¡Lo tenemos levantado hacia el Señor!>>
Los recuerdos invadían mi cabeza una y otr vez, sin descanso... Las lágrimas que caían al piso cuando me arrodillaba y cómo me temblaba el alma a la hora de levantarme y ver Su figura de madera policromada. Había ido a buscar una gota de misericordia a la iglesia por los viejos tiempos y sentía que estallaba en llamas rodeado de tantas cruces.
¡Dios, Jesús y la vida eterna!
La promesa del Cielo se veía cada vez más lejana. Sonreí para mí mismo."

-Confesiones de un viejo en la ruta, capítulo I: "Mañana es mejor", 2015.

M. L.